En la salida de una formación a un colectivo sanitario coincido con un compañero también formador. Los dos vamos en busca de una boca de metro para volver hacia el Penedès. Los dos tenemos prisa. Los dos queremos llegar cuanto antes mejor a casa porque la tarde nos toca un otra formación, y queremos hacer un descanso antes de la otra sesión.
Hoy me he calzado zapato de talón, y, a pesar de que no es un talón delgado sino ancha, de unos 4 o 5 cm de altura, hay bastante para provocarme alguna que otra torcedura de tobillo. El camino hasta llegar en su punto del transporte público hace bajada, es una pendiente muy pronunciada, y además están en obras, por tanto, tengo que ir sorteando baches, piedras…
Llegamos a la boca de metro, y pienso “por fin, aquí reducirá la marcha”. Pues no, él continúa a su velocidad, de hecho él no corre, sino que anda haciendo zancadas. Yo no ando, yo corro literalmente, tengo que ir haciendo saltirons para conseguir ir a lo suyo velocidad. Cuando lo he atrapado no han pasado ni cinco segundos que ya se me vuelve a escapar. Una pasa de él son tres pasas de las mías. Él va a lo suyo, y es normal que vaya a lo suyo. No quiero que adecue su paso a mi velocidad, de hecho gracias a su velocidad hemos llegado a tiempo para coger el tren. Entiendo la situación, no tiene ojos al detrás, no me ve que voy sacando la lengua. Tampoco le pido que vaya más despacio.
Esta situación cotidiana que os presento en el post de hoy lo hago con toda la intención de provocaros una reflexión. La reflexión no va de como pedir nuestras necesidades, esta será reflexión por otro post. Cuál es la reflexión de hoy si no se esta?
En el transcurso del trayecto me vino a la mente una imagen de un video que acostumbro a proyectar en las formaciones de igualdad de género. La imagen es la siguiente: dos deportistas corrientes, son un hombre y una mujer, y simulan que corren la carrera de la vida. El hombre corre la carrera sin ningún obstáculo y la mujer durante la carrera se le van añadiendo diferentes obstáculos. Si lo quieres visualizar puedes hacerlo haciendo clic aquí.
Paralelamente a la imagen escucho una voz interior que me dice “es imposible, no lo atraparás nunca, por mucho que quieras correr él siempre te avanzará, no estaréis a la misma altura, tiene las piernas más largas, los pies más grandes, pisa fuerte y con firmeza, y esto muestra seguridad!
Aquella satisfacción y alegría que llevaba por dentro porque la formación había ido muy bien, se me transforma con tristeza y desconfianza conmigo misma, me invade la insatisfacción y la inseguridad…
Qué podemos hacer ante una situación que no podemos cambiar, y no queremos caer con el malestar emocional?
Cada persona tiene sus estrategias de protección y auto-cura que ido adquiriendo durante vivencias y experiencias de su niñez, adolescencia, la etapa adulta,… Estos recursos y estrategias forman parte de su botiquín emocional.
Una estrategia o recurso que podemos tener dentro de nuestro botiquín es hacernos preguntas para indagar, hacer un diálogo con nosotros mismas y cuestionarnos si aquello que pensamos es verdad o es falso. A continuación algunas que me vienen ahora:
Es realmente cierto que no lo atraparás nunca?
Cómo sabes que no lo atraparás nunca?
Cómo has llegado esta conclusión?
Imagina que te equivocas, qué consecuencias tendría esto por tú?
Después de hacerme varias preguntas llego a la conclusión que el aprendizaje de esta a situación ha estado que: mis pensamientos son esto pensamientos, son ideas, suposiciones, y no serán una evidencia si yo no los pongo en acción.
Si sientes que tu botiquín emocional es vacía, o tiene pocos recursos y estrategias, emocionales, tiene solución: puedes aprender haciendo un curso de crecimiento personal, y/o en un proceso de autoconocimiento mediante sesiones de Coaching.
Porque al final me pregunto, que hemos venido a hacer este mundo si no aprender?
«Soy una semilla de cambio».