Martín acaba de cumplir 16 años, quiere salir de fiesta . Cuando digo salir de fiesta me refiero cenar, discoteca y vuelta a casa sobre 4 o 5 de la madrugada. Los padres no se ponen de acuerdo. El padre le deja la puerta abierta, la madre no. Finalmente se llega al acuerdo de que todavía no llega la hora de salir de fiesta, pero Martí no acepta la decisión de sus padres y coge el primer tren en dirección hacia Barcelona.
Durante la noche y la madrugada los padres tuvieron noticias vía watzap » la salida va muy bien». La madre sin embargo, continuaba como un hurgo, tenía muchas ganas de ponerle un castigo ejemplar a su hijo, porque Martí se había saltado las normas que los padres habían establecido. Así que, en cuanto llegara, ella ya había pensado en el castigo que le impondría.
Martí llegó a la hora de comer, todavía no había dejado la bolsa en la habitación que la madre le anunciaba el castigo. Ella es de la opinión de que los castigos son pedagógicos, y Martí ahora le hacía falta un castigo ejemplar, pues lo había hecho muy grande y tenía que aprender. Y yo me pregunto, aprender ¿qué?
Aprender a hacer caso, aprender a no decir ni media palabra, aprender a obedecer sin resistencia, aprender a callar, callar y callar, aprender a no cuestionar,… en definitiva aprender a vivir la vida como si fueras una oveja encerrada en un corral.
La pedagogía del «para que aprendas», y lo digo en castellano, tal como nos lo decían las monjas en los años 70. Una mirada agresiva, bajo mi punto de vista, y que desgraciadamente todavía existe en nuestra sociedad.
Tal y como se preveía, el castigo fue ejemplar: le tomó el móvil y las llaves de casa, no podría salir con los amigos los sábados por la tarde para ir jugar fútbol. Sólo podría salir de casa para ir al Instituto, y si se quejaba se quedaría sin ir, o sea que se quedaría encerrado en casa, encarcelado. Martí evidentemente decidió que se quedaría en casa, que no pensaba ir al Instituto.
A los pocos días del castigo, Martí le preguntó a la madre: madre, llevo muchos días privado de libertad, no te parece que ya me podrías devolver las llaves y el móvil? Me gustaría quedar el sábado con los amigos. Me he portado bien estos días, no te he contestado . Te juro que me llevaré mucho y muy bien y que, para siempre más te haré caso.
Madre: Ay hijo, no puedo dejarte en libertad, tanto que me gustaría a mí, pero esta en juego mi honor, ¿sabes? no tengo garantías de que te llevarás bien. Quizás cuando vuelvas a oler la libertad vuelves a convertirte en un niño «contestón» y mal educado.
Martí: ¿cómo lo podrás comprobar si no me diera la libertad?
Madre: tranquilo, tú no sufras por mí. Tú sigue callado y bien callado, no te quejes por nada del mundo, y todo, te aseguro que todo, nos irá mucho y muy bien.
Iban pasando los días y Martí en vez de sentir arrepentimiento por lo que había hecho, sentía que crecía en él la rabia. Una rabia que se iba convirtiendo en odio, un odio muy profundo hacia su madre. El ambiente no mejoraba, el aire era muy denso y agobiante.. Cada día que pasaba moría una posibilidad de crear afecto y nacían las ganas de venganza
¿Qué le ha sido herido a la madre para que actuara en tanta dureza?
Muy probablemente la madre se ha sentido ofendida porque ha sido herido su Ego, ha sentido frustración por qué ha habido un desajuste en sus expectativas, y siente angustia al ver cómo se le escapa de las manos el control de su hijo porque, ahora ya si ,empieza a volar.
Cuando nos dejamos dominar por el EGO nos alejamos de nuestra ESENCIA, y entonces sale nuestro peor YO.
Los adultos que acompañamos niños tenemos ante sí un gran reto, que nos exige crecer con humildad y dejar ir la soberbia. Con ellos tenemos la oportunidad de poder encontrar nuestro equilibrio interior y sanar nuestras heridas.
¿Cómo podemos construir relaciones desde la confianza?
Creando espacios de mentes abiertas donde poder conversar, desde el respeto, para poder conseguir acuerdos en los que todo el mundo se sienta ganador, y donde poder permitirnos el silencio, clave esencial para abrir la caja de la reflexión.
Educar desde la prevención y desde la previsión, y no desde la improvisación.
No perder nunca de vista nuestro objetivo: extraer la luz que el niño lleva dentro para que éste pueda llegar a ser una persona CAPA*
*Creativa, Amorosa, Pacífica y Autónoma, según modelo Ecologia Emocional
«Soy semilla de cambio»