Hoy quiero reflexionar sobre el concepto de la obediencia. A continuación puedes leer el estudio que se hizo sobre la obediencia por el psicólogo Stanley Milgram de la Universidad de Yale.
Los experimentos empezaron a principios de los años sesenta, con el objetivo de valorar hasta qué punto podría llegar una persona en la hora de obedecer órdenes. Todo ello surgió porque en aquellos años se juzgaban a militares que habían estado afines al régimen de Adolf Hitler, y todos ellos justificaban sus acciones con la misma excusa: estaban obedeciendo órdenes de la autoridad.
Los participantes del experimento eran personas de entre 20 y 50 años, de todos niveles educativos. Para realizar el experimento se necesitaron tres personas:
• el director de la investigación
• el voluntario/participante, la persona que leyó el anuncio en el diario, y que hizo de profesor
• y el alumno, que era un cómplice del director de la investigación, y que se hacía pasar por participante en el experimento.
El director le explicó al participante que tenía que hacer de profesor, que él tendría que castigar con descargas eléctricas al alumno cada vez que este fallas una pregunta. A continuación, simulaban un sorteo, cada uno de los dos participantes elegían un papel de una caja que determinaría su rol en el experimento. El cómplice cogía su papel y decía que había sido designado como alumno. El participante voluntario cogía el suyo, en él decía “maestro”. De hecho en todos los papeles ponía “maestro”. De este modo conseguían que el voluntario con quien se experimentaba recibiera forzosamente el papel de “maestro”.
Los personajes del experimento estaban separados por un módulo de vidrio. Con el alumno lo hacían sentar y lo ligaban con una especie de silla eléctrica. Se le ponían unos electrodos por el cuerpo con crema, “para evitar quemaduras”, y se indicaba que las descargas podían llegar a ser extremadamente dolorosas, pero que no provocarían daños irreversibles. A la otra banda del vidrio estaban el director y el participante, el profesor.
A los participantes se los comunicaba que el experimento estaba siendo grabado, para que supieran que no podrían negar a posteriori el que había pasado.Tanto el profesor como el alumno recibían una descarga real de 45 voltios, a fin de que el profesor compruebas el dolor del castigo, y la sensación desagradable que recibiría su alumno.
A continuación el director proporcionaba una serie de preguntas al profesor, porque el alumno se los das respuesta. Si la respuesta era incorrecta, el alumno recibiría una primera descarga de 15 voltios que irá aumentando en intensidad hasta los 30 niveles de descarga existentes, es decir, hasta 450 voltios. Si respondía correctamente se pasaba a la pregunta siguiente.
El participante, el profesor, cree que está dando descargas al alumno cuando en realidad todo es una simulación. El alumno ha sido previamente aleccionado por el director para que vaya simulando los efectos de las sucesivas descargas. Así, a medida que el nivel de descarga aumenta, el alumno empieza a golpear en el vidrio que lo separa del profesor y se queja de su condición de enfermo del corazón, después aullará de dolor, pedirá el final del experimento, y finalmente, al lograrse los 270 voltios, gritará de agonía. El que el participante escucha es en realidad una grabación de gemidos y gritos de dolor. Si el nivel de presunto dolor logra los 300 voltios, el alumno dejará de responder a las preguntas y se producirán estrecheces previos al coma.
En general, cuando los “maestros” lograban los 75 voltios, se ponían nerviosos ante las quejas de dolor de sus “alumnos” y deseaban parar el experimento, pero la férrea autoridad del director los hacía continuar. Al llegar a los 135 voltios, muchos de los profesores se detenían y se preguntaban el propósito del experimento. Unos cuántos continuaban asegurando que ellos no se hacían responsables de las posibles consecuencias. Algunos participantes incluso empezaban a reír nerviosos al sentir los gritos de dolor provenientes de su alumno.
Si el profesor expresaba al director su deseo de no continuar, este le indicaba con un tono imperativo:
• Continúe, por favor.
• El experimento requiere que usted continúe.
• Es absolutamente esencial que usted continúe.
• Usted no tiene ninguna opción. ‘Tiene que’ continuar.
Si después de esta última frase el profesor se negaba a continuar, se paraba el experimento. Si no, el experimento se paraba después de que hubiera administrado el máximo de 450 voltios tres veces seguidas.
En el experimento original, el 65% de los participantes (26 de 40) aplicaron la descarga de 450 voltios, aunque muchos se sentían incómodos al hacerlo. Todos los profesores pararon en algún punto y cuestionaron el experimento, algunos incluso dijeron que volverían el dinero que los habían pagado. Cabe participando no se negó rotundamente a aplicar más descargas antes de lograr los 300 voltios.
El estudio posterior de los resultados y el análisis de los múltiples tests realizados a los participantes demostraron que los profesores con un contexto social más parecido al de su alumno paraban el experimento antes.
Antes de llevar a cabo el experimento, el equipo de Milgram estimó qué podían ser los resultados en función de encuestas hechas a estudiantes, adultos de clase media y psicólogos. Consideraron que la media de descarga se situaría en 130 voltios con una obediencia al director del 0%. Todos ellos creyeron unánimemente que solo algunos sádicos aplicarían el voltaje máximo.
El desconcierto fue grande cuando se comprobó que el 65% de los sujetos que participaron como profesores en el experimento administraron el voltaje límite de 450 voltios a sus alumnos aunque por muchos el hecho de hacerlo los colocara en una situación absolutamente incómoda. Cabe participando no paró en el nivel de 300 voltios, límite en el cual el alumno dejaba de dar señales de vida. Otros psicólogos de todo el mundo llevaron a cabo variantes de la prueba con resultados similares, a veces con varias variaciones en el experimento.
El experimento planteó algunas preguntas para la reflexión:
Cómo era posible que se hubieran obtenido estos resultados?
Qué fue el motivo por el cual ninguno de los participantes se negaron a administrar las descargas eléctricas finales y no solicitaron que acabara el experimento?
Por qué no acudieron a revisar el estado de salud de la víctima sin antes solicitar permiso?
La conducta de los participantes no era agresiva, y se mostraban nerviosos, preocupados por la conducta que estaban teniendo, por lo tanto una de las conclusiones que extrajo Milgram del experimento fue que las personas no se veían responsables de sus actos, ellas se veían como personas que estaban ejecutando la voluntad otras personas, en este caso de la autoridad.
El experimento planteó preguntas sobre la ética de la experimentación científica en sí misma a causa de la tensión emocional extrema sufrida por los participantes (aunque se podría decir que la mencionada tensión fue provocada por sus propias y libres acciones). La mayoría de los científicos modernos considerarían el experimento hoy inmoral, aunque dio lugar a valiosos estudios sobre la psicología humana.
Una persona participando declaró que “no sabía en absoluto porque lo estaba haciendo. Pocas personas se dan cuenta cuando actúan de acuerdo con sus creencias y cuando están sometidos a la autoridad”
Fuente Wikipedia
Reflexión:
Actuamos obedeciendo a una serie de ideas, creencias establecidas y preconcebidas como buenas, que fueron programadas en el pasado en nuestro inconsciente. Según últimos estudios de neurociencia un 95% de nuestras acciones son inconscientes, solo le ponemos conciencia a un 5% de nuestras acciones.
Cómo podemos poner más conciencia en todo aquello que basura?
Mi propuesta de actuación seria dejar de actuar de acuerdo con nuestras creencias, y empezar actuar de acuerdo con nuestros valores. Uno de los valores que nos pueden ayudar ante situaciones de dificultad es el Compromís. El Compromís nos hace mover de una manera directa, porque está ligado directamente con aquello que volamos, con nuestras necesidades. El compromiso nos mueve a hacer preguntas, a hacer peticiones, arriesgando que nos digan que no. El compromiso hace mostrarnos tal como somos, a veces, en muchas ocasiones, vulnerables.
Dejar de actuar solo por las directrices de la mente, y ponerle el corazón a todo aquello que basura.
Somos semilla de cambio.