El propósito de escribir hace tiempo que me ronda por la cabeza, creo recordar que desde la ado, es decir que hace un montón de años. Soñaba despierta, cerraba los ojos y me imaginaba en una habitación pequeña y acogedora, en la que había una estantería llena de libros, una mesa redonda con una lámpara de sobremesa. Sobre la mesa una máquina de escribir, papeles arrugados manuscritos, y un cenicero en el que estaba la última cigarrillo que humeaba porque era mal apagada, y llenaba la habitación de humo y olor a tabaco. Un olor que, en mis tiempos de fumadora, me conectaba con el placer. En casa decíamos, que el fumar era un vicio heredado de la rama “Navarro”.
En aquellos tiempos para mí fumar no era un hábito, sino un ritual asociado con el placer, la calma, la paz interior, y conectado con los cinco sentidos. Nunca fumaba antes de comer, siempre después de la comida del mediodía. Cuando ya tenía el café sobre la mesa sacaba de la caja de cigarrillos un cigarrillo, que ante todo, le daba unos golpecitos para prensar el tabaco y seguidamente la olía intensamente durante varios segundos. Como mínimo, me pasaba el cigarrillo por delante de la nariz un par de veces. En estos momentos ya empezaba a intuir el éxtasis. Muy lentamente me ponía el cigarrillo entre mis labios, y esperaba unos segundos para encenderla, porque quería sentir el sabor del cigarrillo antes de escuchar el ruido que hacía el quemarse el tabaco. Finalmente, la primera chupada: Brutal, impresionante! .
Y como todo ritual, para que extendido mantenido con el tiempo, se inició con una creencia potente última: “Soy diferente” Aunque parecería que esta frase “soy diferente” debería ser una frase potenciadora, para mí no lo era, pues reforzaba una forma de ser que me apartaba de personas que yo amaba.
Hace un par de años que este ritual se fuera de mi vida, y también la creencia. Aunque debo confesar que todavía algún día recuerdo el olor de tabaco, y me imagino que entre mis dedos tengo un cigarrillo. En definitiva deseo muchas veces aquella zona conocida y confortable que me llevaba a actuar según la mirada de las personas que me rodeaban.
Hoy me digo “Soy única e irrepetible”, y trío yo la etiqueta que quiero llevar. Desde esta mirada me siento capaz de hacer realidad mi propósito: escribir.
Este es el vehículo que me llevará a mi destino.
Hoy comienzo a caminar para llegar a mi destino, con una mochila llena de ideas, entusiasmo, e ilusiones.
¡Gracias!
Soy semilla de cambio