Relato sobre voluntariado organizado desde la oficina del voluntariado del Ayuntamiento de Vilafranca, donde la temática base era el voluntariado. 18/09/2018.
Día tras otro vemos imágenes de la costa mediterránea donde grandes barcos desembarcan centenares de personas, procedentes mayoritariamente del continente africano, huyendo de la miseria y de las guerras. A medida que van llegando el personal médico las tapan con mantas de un color rojo intenso, porque a pesar del sol de justicia que cae en «esta España nuestra», tiemblan como una hoja de un árbol. Como esa hoja de árbol que se sacude por el viento. Un viento, en ocasiones prácticamente imperceptible, que es como una caricia llena de ternura, que le da todo lo que necesita para poder sobrevivir. Pero que en otras ocasiones la hoja se sacude por fuertes ráfagas, tan fuertes que provoca se desprenda del árbol, de su referente, de su origen, y la lleve a lugares inesperados e inciertos. Es una hoja joven, muy joven, todavía no le toca desprenderse del árbol, pero este, su árbol, su referente, es un árbol enfermo, y la hoja no puede crecer sana. Así que decide, a pesar del miedo a lo desconocido, y reconociendo su vulnerabilidad, dejar el aferramiento, desprenderse del árbol, arriesgarse a tumbar por el planeta tierra explorando territorios inciertos, y a que la etiqueten de refugiada o migrante en lugar de persona. Son mayor sus ganas de encontrar la calma y la serenidad que el miedo a lo desconocido.
La hoja sueña en un lugar donde no haya toque de queda, donde no vuelen constantemente bombas por encima de su cabeza, un lugar donde no tenga que ir corriendo hacia casa por el peligro de los francos tiradores, o no haya que esconderse porque hay personas armadas, un lugar donde poder vivir sin sentir miedo. O al menos no sentir ese miedo, el miedo a morir en cualquier momento, en cualquier lugar.
El miedo es una expresión de un pensamiento, es una materia prima que todas las personas nacemos con ella. Es un material que ya nos viene de serie, y por lo tanto gracias esta los humanos podemos reconocer las emociones en los demás. Todos hemos sentido miedo en algún momento u otro de la vida, aunque no habremos sintiendo por lo mismo, ni con la misma intensidad, pero el miedo lo hemos vivido en nuestro cuerpo, por lo tanto todo el mundo la conocemos, todo el mundo sabe que es sentir miedo. Y por eso hoy, viendo estas imágenes he recordado una noche del mes de Abril, cuando mi cuerpo estuvo sometido a la frecuencia energética del miedo.
Un día del mes de Abril a la 1 de la madrugada mi pareja comenzó a retorcerse de dolor, un dolor que nos era muy familiar, ya lo conocíamos; un ataque de cólico nefrítico, es un episodio que se repite cada cuatro o cinco años. Esta vez se presenta en un momento de debilidad emocional, llega precedido de situaciones graves relacionadas con la salud de mis suegros, además parece que el dolor es de un nivel de intensidad alto.
Me levanto de la cama, y me dispongo a vestirme para llevarlo a urgencias. Lo hago a oscuras, para no molestar, y porque no quiero que mi pareja perciba lo que me está pasando a mí, aunque, ahora me doy cuenta, que con el estado que él se encontraba tampoco se hubiera dado cuenta de que yo estaba muerta de miedo.
Una vez en pie me visto con mucha dificultad, mi cuerpo empieza agitarse con movimientos cortos, rápidos y repetitivos. Tiemblo de la cabeza a los pies, no puedo gesticular palabra, estoy sudando y al mismo tiempo siento mucho frío. Mi cuerpo está fuera de control, no puedo dar un paso para caminar. Había entrado en un estado de shock, de pánico,
En silencio, salgo de la habitación y en un par de minutos todo cambia, una lágrima sale del ojo derecho y otro del ojo izquierdo, y así sucesivamente hasta que comencé a llorar intensamente, y el temblor empieza a marcharse lentamente. Había transitado del miedo a la tristeza en menos de un minuto.
¿Por qué lloras? me pregunta mi pareja, no puedo contestar, siento mis mofletes hinchados mucha tensión, como las de los Hámsters cuando las tienen llenas de pipas. En mi caso pero, dentro de mi boca sólo hay aire, un aire denso muy denso. Sólo tengo ganas de soplar, para liberarme de la tensión, de la rabia, del miedo. Estaba transitado de la tristeza a la rabia.
Y a partir de ese momento la rabia se fue apoderando de mi cuerpo, de mi mente y se fue transformando con una mezcla de emociones. Sentía un dolor intenso en el pecho que me tocaba el alma acompañado de amargor, tristeza y aflicción, podríamos decir que estas emociones todas ellas juntas formaban un sentimiento, el de la desolación.
Al mismo tiempo que voy explicando esta experiencia me doy cuenta de que he hecho una exploración secuencial de las emociones, o dicho de otro modo: he tomado conciencia de las emociones vividas en una situación. Tomar conciencia emocional es un contenido transversal, que se incluye en todas las actividades que se realizan desde la Asociación Escuela de Padres y Madres del Penedès, y a la que estoy vinculada desde hace 10 años, primero como alumna y después colaborando de manera voluntaria como responsable de formación, y por lo que percibo, haciendo este relato, totalmente integrado.
Colaborar de manera voluntaria con la Asociación ha sido una experiencia muy gratificante, desde sus inicios hasta ahora en la actualidad. Bajo mi punto de vista, colaborar en una entidad sin ánimo de lucro te da la oportunidad de vivir en primera persona la generosidad, lo que haces lo haces sin pedir nada a cambio, por el simple hecho de querer hacerlo, porque sabes que esa acción que estás haciendo puede mejorar la vida de otra persona. Al mismo tiempo que das recibes generosidad de los demás haciendo despertar en ti el sentimiento de la gratitud.
Y cada día entrenamiento, entrenamiento de competencias socio-emocionales como trabajo en equipo, comprensión, aceptación y empatía, dando la posibilidad de poder desarrollarte como persona, y poder ser cada día un poco mejor.
Las actividades organizadas han sido entonces muy valiosas por el territorio, y no hubieran podido realizarse sino hubiera sido para todas aquellas personas que durante estos 10 años han estado colaborando de manera altruista con la entidad, y por todas aquellas personas que han participado o nos han apoyado activamente en las actividades.
Han sido semillas de conocimiento que irán creciendo por el Penedès, y más allá, porque como sabéis el viento tiene la virtud de trasladar el polen de unos campos a otros, y por eso nuestro objetivo ha sido siempre plantar el mejor producto.
En definitiva, todo lo que damos a los demás nos lo estamos dando a nosotros mismos. Ahora no podemos ver el árbol que en un futuro dará frutos u sombra, y que dará la felicidad a otro, pero nosotros vivimos esa felicidad plantando estas semillas.
Entonces para un mundo más amable, equilibrado, sostenible y justo, llenas de valores como el de la responsabilidad individual, cooperación, coherencia, honestidad, decencia, humanidad, amor y creatividad.
Erich Fromm dice: «toda energía que no se invierte en crear deriva en energía destructiva», cada día podemos elegir entre crear o destruir, estimar u odiar. La respuesta está en nuestras manos.
«Soy semilla de cambio»